VOCES Y SONIDOS
Antes de que sonara el despertador, se levantó y, aún soñolienta, se dirigió hacia la cocina. Unas voces desconocidas la hicieron detenerse en la mitad del pasillo.
- Mirá vos, cuánta envidia te tengo.
- ¿Y usted de qué me tiene envidia?
- Ve, pues, de que siempre andés tan bien puestecita.
- Es que con poco tengo suficiente para vivir, me adapto en cualquier lado.
- Si, mirá hasta donde mueven la colita, ¿o no Sinvergüenza?
- ¿Qué me que quiere decir, Begonia?
- Llamáme más bien, ve-agonía
- No entiendo.
- Mirá. Mi vida es una agonía. Estoy siempre sola, no puedo tener compañía porque me seco. En cambio vos prendés en cualquier lado y se te acercan todos, además te echan mucho el ojo.
- No lo crea, me dejan tirada en cualquier rastrojo y allí es difícil vivir, hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar tierra. Muchas veces muero de sed. Usted florece, la tienen siempre en lugares limpios, la cuidan mucho.
- Mirá, la belleza tiene su precio, estar siempre a disposición de lo que los otros quieran; en cambio vos tenés la libertad y podés decidir, tenés la posibilidad de elegir.
- Usted también, aunque no lo crea. Con poca libertad también se elige.
- Mirá Sinvergüenza, tenés que vivir la experiencia de estar a disposición de lo que quieran hacer con vos, sin poderte mover, sin tener compañía, para que entendás que no siempre se elige.
- Pero usted eligió vivir y eso no es poco.
- Ja, ja, ja. No entendés. Es la elección de la agonía, de estar en las últimas, al borde de la muerte.
- Este tema no me gusta.
- Te das cuenta, los lugares donde me tienen no son siempre tan limpios, y no creás, no siempre me cuidan mucho.
- Begonia, estar comparándose con otros, creyendo que tienen lo que a uno le falta, es mortificante y doloroso.
- Sabés, yo llamo a la comparación, el fantasmita. Me acompaña para todos lados, a veces me divierto con él y no se si sufro, pero muchas veces me juega muy malas pasadas, especialmente cuando estoy al lado de ellos, de los helechos que son mi adoración.
- ¡Ah! Usted debiera de llevar otro nombre.
- Ja, ja, ja ¿Vos también tenés fantasmita?
- ¿Qué me quiere decir?
- Date cuenta. Querés ser la que te las sabés todas, la que sobrevivís a cualquier cosa, la que prendés en cualquier parte y con cualquier cosita, te ponés de muy señora.
- Es que es muy difícil llevar el nombre mío, todos creen que soy una cualquiera.
- Tenés fantasmita. Te comparás con otros.
- Es algo muy pesado en la vida.
- Vos también tenés tu agonía.
- Dejemos la conversación y no se me acerque mucho.
- Que bien, ahora sos vos la que me decís: ¡No te me acerqués porque me secas!
- Si, así es. Ya me di cuenta que toda esta conversación solo era para convencerme de darle un espacio a mi lado.
- Sabés, yo prefiero vivir.
- Ya lo sé, si me ven muy cerca de usted me arrancan y me echan a la caneca.
- Entonces sos vos la que no vivís.
- Parece que no es mucha su agonía estando sola.
- Date cuenta, nos quejamos mucho, pero no queremos cambiar.
- ¿Ahora si me acepta que cada cual elige?
- Mirá vos.
- Parece que ahora sí, usted y yo nos vamos entendiendo.
- ¡No seás Sinvergüenza! No te me acerqués.
- Shhhiii, ahí está la dueña, nos puede estar escuchando...
La mujer se detuvo en la puerta de la sala y observó sus bellas plantas, se acercó a la recién florecida Begonia y no encontró rastro de otra planta que la pudiera estropear. Se devolvió a su habitación y, frente al espejo, empezó a desvertirse contemplando la esbeltez y lozanía de su cuerpo. Miró la cama, la vio vacía. En sus ojos se insinuó una lágrima.
ISABEL CRISTINA MEDINA C
Junio. 2008.